Así, los juguetes son sencillos y apenas poseen características que los definan; siendo en todo momento más valorados por la versatilidad que ofrecen para estimular el desarrollo de la fantasía e imaginación de los niños. Los elementos que siempre se pueden encontrar en las aulas de infantil Waldorf son cocinas, cunas, carros de bebé, caballos para mecerse, telas, muñecos y disfraces, así como espacios con troncos, piñas, castañas, conchas, animales de lana y fieltro, instrumentos musicales y cuentos, entre otros. Para Steiner es importante no introducir elementos intelectuales en el juego infantil, incluso los mismos materiales utilizados en la actividad lúdica debían mantenerse alejados de toda posible intervención intelectual adulta, pues esta intervención, en última instancia, limita una de las principales vías instintivas de aprendizaje de los seres humanos a esta edad temprana, la imitación.

Para María Montessori, existe un tránsito gradual que va del juego infantil al trabajo y cuando este cuenta con los patrones normales del desarrollo infantil, el trabajo del niño cuenta con los mismos intereses y valores que el juego. Señala María Montessori, que:

“El niño se halla regido por una potencia misteriosa, maravillosamente grande, que va incorporando lentamente; de este modo se hace hombre y lo consigue por medio de sus manos, por medio de su experiencia; primero a través del juego, y luego mediante el trabajo”

Montessori, piensa que el juego cumple con la profunda necesidad del niño de expresarse a sí mismo, los materiales y los objetos menos estructurados son los más apropiados para lograr esto y los que resultan más útiles a su entender son: el barro, la arena, el agua, la madera, las cuentas, el papel blanco, todo tipo de material para colorear y todo tipo de material artístico que permita desarrollar la creatividad e inventiva infantil.

 

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